Laboratoire d’Etude des Migrations Africaines

CERCANOS (Y ESTRATÉGICOS)

REFLEXIONES SOBRE LA CUMBRE ITALIA-ÁFRICA

Del 28 al 29 de enero, Roma, la capital italiana, acogió la Cumbre Italia-África, a la que asistieron los líderes de los países africanos y varios funcionarios de la Unión Europea. Este encuentro, que sirvió para debatir sobre cooperación e intereses comunes, es analizado en la presente contribución.

Por Claudio Di Maio, Universidad de Calabria

Los elementos que acercan la península italiana al continente africano son varios y dificiles de resumir: desde el punto de vista político e histórico-cultural, desde hace aproximadamente una década, Italia intenta asumir un papel protagonista en el fortalecimiento de las relaciones cada vez más intrínsecas pero alejadas del pasado colonial; desde el punto de vista migratorio, el escenario es ya suficientemente conocido  ̶  con tintes no siempre claros y reconfortante  ̶   y se ve corroborado por una presencia concreta de personas procedentes de territorios africanos que, desde principios de los años setenta, han elegido las regiones italianas como suelo fértil para su proyecto personal y para la búsqueda de mejores condiciones de vida; desde el punto de vista geográfico, además de la evidente proximidad territorial que existe entre las terminaciones insulares italianas y los países del norte del Continente (unos ciento cincuenta kilómetros separan Sicilia de Túnez), es evidente que la propensión original en el Mediterráneo y la centralidad (no sólo para las rutas económicas y comerciales) confieren a Italia un papel indudable de mediación, sobre todo cuando se trata de imaginar o planificar una nueva época de diálogo.

Han sido igualmente numerosas las iniciativas que han visto la participación de « Lo Stivale » como actor en las relaciones internacionales con estos territorios vecinos y cercanos, desde las operaciones de cooperación reforzada en el seno de la UE hasta la muy reciente Conferencia Ministerial Italia-África que, como muchos sabrán, se ha celebrado esta semana en Roma y que  ̶  aunque poco se haya subrayado  ̶  forma parte de una serie de encuentros ya promovidos por el Ministerio de Asuntos Exteriores italiano en 2016, 2018 y 2021. Todas estas reuniones fueron de gran importancia y tuvieron como objetivo “reactivar” el diálogo y la asociación con los países africanos. Sin embargo, esta última ocasión ha suscitado un interés particular y podría asumir mayor importancia al ir acompañada de muchas expectativas (sobre todo entre los expertos europeos y nacionales) generadas por la presentación del llamado “Plan Mattei para África”.

Se trata de una estrategia nacional que lleva el nombre del célebre Enrico Mattei, un industrial considerado un visionario porque pretendía apoyar el desarrollo de los recursos naturales de los países africanos para ayudar al continente a maximizar su potencial de crecimiento económico y facilitar la independencia energética de Italia.

Más allá de los tristes (y para algunos misteriosos) acontecimientos que acabaron con la vida de Mattei, el nombre asociado a esta estrategia es probablemente sólo evocador de las verdaderas intenciones perseguidas en aquel momento por el fundador de ENI (Entidad Nacional de Hidrocarburos), pero tuvo la capacidad de ser un elemento crucial por el gobierno, presentada como una visión estratégica y rápidamente realizable, gracias precisamente a la intervención mediadora del Estado italiano.

Más concretamente, y por lo que se ha podido leer hasta ahora, este Plan presentado ante los ministros y jefes de Estado africanos podrá contar con 5.500 millones de euros entre préstamos, donaciones y garantías: se trata de unos 3.000 millones del fondo italiano para el clima y 2.500 millones del fondo de cooperación al desarrollo. El Gobierno italiano, por su parte, promoverá la implicación de las instituciones financieras internacionales, los bancos multilaterales de desarrollo, la Unión Europea y otros Estados donantes. En el plazo de un año, se anunció, se crearía un nuevo instrumento financiero junto con “Cassa Depositi e Prestiti” (una de las principales instituciones financieras italianas) para facilitar las inversiones también del sector privado.

Los ámbitos de actuación, aún sólo esbozados, incluyen la educación y la formación, la sanidad, la energía, la agricultura y el agua. En palabras del presidente del gobierno, al menos nueve países africanos participan en proyectos piloto: Marruecos, Túnez, Argelia, Egipto, Costa de Marfil, Etiopía, Kenia, la República Democrática del Congo y Mozambique.

Independientemente de las cuestiones políticas subyacentes a la presentación de estas acciones ̶  que nos abstendremos de comentar aquí  ̶  conviene recordar al lector que el acto tiene lugar en un momento de gran atención mediática sobre estas cuestiones y a pocos meses de las elecciones para la renovación del Parlamento Europeo (y de la Comisión Europea), lo que contribuye inevitablemente a dar espacio al razonamiento y al debate sobre el tema. Sin embargo, también se pueden hacer otras observaciones, aunque con poco conocimiento de los instrumentos que permitirán alcanzar estos ambiciosos objetivos.

La primera consideración es sin duda positiva: a pesar de las razones intrínsecas que hayan podido inspirar este Plan y la realización de la Cumbre, no deja de ser reconfortante constatar que se intenta crear una “visión italiana (o quizás mediterránea)” de las relaciones con África, sobre todo para renovar y dejar de lado por fin todos aquellos argumentos que a menudo están excesivamente ligados a pasados históricos y menos a las políticas que la Unión Europea (y por tanto, Italia) pretende seguir como actor internacional: transición energética y digital, abastecimiento estratégico y consciente, cooperación orientada al desarrollo.

La segunda consideración podría definirse como intermedia (es decir, ni totalmente positiva, ni negativa): por un lado, el “Plan Mattei” está “impregnado” de los puntos focales anunciados y ya impulsados por las instituciones europeas dentro de la “Estrategia de Global Gateway”, lanzada precisamente por la Comisión Europea y el Alto Representante de la UE para las Relaciones Exteriores y destinada a abordar los retos globales más urgentes, desde la lucha contra el cambio climático hasta la mejora de los sistemas sanitarios y el refuerzo de la competitividad y la seguridad de las cadenas de suministro globales; no es casualidad que esta Estrategia se inaugurara con el “paquete de inversiones África-Europa” y con cerca de 150.000 millones de euros en inversiones destinadas a reforzar la cooperación con los estados africanos. Sin embargo, por otro lado, la visión italiana presentada en estos días  ̶  aunque se inscribe en un marco más amplio de colaboración estratégica  ̶  sigue siendo débil en su “europeización” de las intenciones, es decir, en interceptar la voluntad de otros Países europeos (Francia y España en primer lugar) en fortificar de forma recíproca, solidaria y  sinérgica, las relaciones con los Estados del Continente africano.

La tercera -y última- consideración es sin duda negativa y ya ha sido ampliamente denunciada públicamente por el presidente de la Comisión de la Unión Africana: es impensable, en una época en la que las comunicaciones son cada vez menos complicadas, en la que incluso la e-diplomacy deja espacio a nuevas herramientas dialécticas en las relaciones internacionales, que un Plan de dicha importancia nazca con el “pecado original” de no haber sido concertado con los Países que se supone sean sus destinatarios privilegiados. Somos conscientes de que el ritmo de las agendas de los gobiernos suele estar marcado por situaciones no siempre previsibles y manejables en un futuro inmediato, pero confiamos en que este llamamiento (legítimo por parte de algunos representantes políticos) sea escuchado y aprendido para la futura puesta en marcha de la estrategia.

En conclusión, el “Plan Mattei” tiene sin duda una noble intención, especialmente cuando aclara que Italia y África son cercanos y estratégicos, pero aún así mantiene algunos elementos que distan mucho de ser innovadores (recursos energéticos y control de los flujos migratorios). Sin duda, su desarrollo debe tener presente la lección del pasado, que ya nos ha demostrado cómo el aislamiento (y el hecho de no compartir objetivos) no conduce muy lejos. En un contexto geopolítico como el actual en que vivimos, en el que el continente africano merece ocupar el lugar que le corresponde en las dimensiones económica, política y social, resulta muy reconfortante abandonar un enfoque anacrónicamente depredador en favor de una visión más global, sobre todo si se hace de la mano del Estado que acaba de asumir la presidencia del G7. Sin embargo, lo que hace falta es realismo, concreción y capacidad para atraer la voluntad de todos los actores decisivos: de lo contrario, las estrategias corren el riesgo de permanecer estériles y las oportunidades (aunque sean nobles) tienden a desaprovecharse inútilmente.

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